Mora, A.(17 de noviembre
de 2018).Una mirada desde la orientación escolar.[entrada en un blog].Red
Orientadoras y orientadores 3.0. Disponible en https://orientacionyasesoriaescolar.blogspot.com/2018/11/familia-escuela-y-subjetividad-psp.html
UNA
MIRADA DESDE LA ORIENTACIÓN ESCOLAR
Por:
Andrea Mora Reyes
Todo
sujeto configura su subjetividad, su estar en el mundo, desde el reconocimiento
de sí mismo como parte de un grupo social. La familia como primer escenario de
socialización es determinante en la relación que establece cada sujeto con su
entorno. Es a partir de la interacción con los otros que cada sujeto, al
saberse parte integrante de una sociedad, construye una interpretación de su
vida, se proyecta a sí mismo; en suma: establece una relación con los demás,
con el conocimiento, con la cultura.
La
familia como grupo social primario brinda las bases para el desarrollo
afectivo, intelectual y moral; se constituye en el primer referente del cual
cada sujeto hace recurso para desenvolverse en la sociedad y construir una
identidad propia. En este sentido, como construcción socio-histórica cultural, la
familia facilita la vinculación del sujeto con el medio circundante y a partir
de ello, éste cimenta valores, juicios, creencias y roles:
La
familia realiza una labor configurativa, dado que cada una de ellas se narra,
construyendo su propia historia a partir de su vivencia cotidiana. Los miembros
de la familia, en cuanto incluidos como sujetos alter, configuran la trama
familiar cuando cada uno es, pero gracias a la presencia del otro que lo hace
ser (Bedoya, 2008, p. 350).
Cada
familia posee, por tanto, un carácter vinculante entre el sujeto y la sociedad
al ser un espacio de construcción intersubjetiva, de sentidos, de significados,
pero los cuales no son fijos sino que están en constante movimiento, ya que
están supeditados a su trasformación gracias a la interacción de los miembros
con personas diferentes al grupo familiar.
De
la misma forma que la familia es determinante en la formación, la escuela
también se convierte en un agente importante en la configuración de la
subjetividad, al permitir la interacción con personas distintas a la propia
familia y al facilitar el encuentro entre diferentes formas de pensar, de sentir y de actuar que
se han aprendido y construido a partir de la incidencia de la enseñanza y guía
de los padres o cuidadores, y las cuales se fortalecen o debilitan conforme
cada persona va adquiriendo experiencia en el encuentro con los otros.
En
este sentido, la familia y la escuela se configuran como escenarios de socialización,
de participación y de construcción de formas de con-vivir y orientar la propia
vida, esto es de la propia subjetividad, la cual “no se agota en la
subjetividad individual, sino que aparece como una subjetividad social que se
configura en los espacios sociales de la acción” (González, 19, p.).
Existe
pues una relación estrecha entre la familia y la escuela como entornos de socialización
y de aprendizaje, los cuales proveen las bases a partir de las cuales cada
sujeto configura su propia interpretación del mundo. La forma como se establece
dicha relación es lo que resulta un tanto confusa, puesto que muchas veces la familia
y la escuela parecieran no tener un carácter de
complementariedad sino más bien de contradicción: la familia se
desentiende de su rol como formadora de valores, delegando esta responsabilidad
casi en su totalidad a los docentes; no existe coherencia entre lo que se
enseña en el colegio y lo que los estudiantes viven en sus hogares; se
contrapone la exigencia de respeto hacia el otro con las distintas formas de
violencia que éstos sufren y, en cuanto a lo académico, contrasta la exigencia
por obtener un buen rendimiento con la indiferencia de las familias por el
mismo conocimiento. De esta manera, se evidencia la discrepancia entre los
aprendizajes esperados por medio de la educación y las dinámicas existentes en
los hogares y comunidades a las que pertenecen los estudiantes.
Esas
dinámicas familiares, escolares y sociales, a partir de las cuales se forjan significados
por medio de los cuales se establecen normas, reglas y roles, son uno de los
principales focos de atención para el orientador escolar quien con frecuencia
atiende situaciones de conflicto entre los estudiantes con sus familias,
compañeros y docentes y ante las cuales éstos manifiestan no sentir el apoyo y
la comprensión del núcleo familiar o sentirse solos o incomprendidos. Es
recurrente la alusión de los estudiantes al maltrato físico, verbal y
psicológico que se vive en sus hogares, la negligencia de parte de los padres o
cuidadores, así como la ausencia de metas, proyectos o aspiraciones; además de
la solicitud de apoyo por parte de las familias para manejar situaciones de
consumo, ideación suicida, autolesión, rebeldía y desobediencia por parte de
sus hijos.
La familia, por naturaleza, hace que sus miembros estén intensamente
conectados emocionalmente. A menudo las personas se sienten distanciadas o
desconectadas de su familia, pero esto es más un sentimiento que un hecho. Las
familias afectan tan profundamente los pensamientos, los sentimientos y las
acciones de sus miembros, que a menudo parece que las personas vivieran bajo la
misma “piel emocional”. Constantemente, las personas solicitan la atención,
aprobación y apoyo de los demás, y reaccionan a las necesidades, expectativas y
molestias que perciben de los otros (Kerr, 2000, p 6.).
A
partir del reconocimiento de esos sentidos, significados, imaginarios que
expresan los estudiantes y padres acerca de su vivencia cotidiana tanto en el
hogar, en la comunidad y en la escuela, el orientador escolar intenta brindar herramientas
que permitan a éstos tener una mejor comprensión y capacidad de afrontamiento ante las dinámicas socioculturales actuales y ante las situaciones
adversas del propio contexto. En este sentido, busca mediar entre la evidente tensión
dada entre
la familia y la escuela: por una parte, es evidente la dificultad que tienen
muchas familias para realizar un acompañamiento permanente a sus hijos dadas sus
condiciones económicas y laborales, así también, el bajo nivel formativo de
muchos padres quienes no se sienten preparados para brindar guía a nivel
académico, frente a la indiferencia de muchos estudiantes por su proceso
formativo; la crisis de autoridad que se vive en las familias y que se refleja
en la desobediencia y el reto que hacen los jóvenes hacia los docentes; los
modelos sociales actuales que privilegian el bajo esfuerzo, la
irresponsabilidad y la exposición a situaciones de riesgo, entre otros.
Desde esta mirada de la familia y la escuela como
escenarios fundamentales de construcción de subjetividades, resulta necesario
fortalecer los procesos formativos que se realizan desde la escuela y desde el
campo de la orientación escolar en los niveles comunicativo, socio-afectivo y
académico que permitan, especialmente a los estudiantes, tener una base de
reflexión crítica y de apoyo para desenvolverse ante la realidad social actual
y, a partir de lo cual, cabe plantear los siguientes cuestionamientos:
¿Cómo
entender la familia actualmente?; ¿cuál es su rol en la educación de los hijos
o miembros? ¿Es aún un referente de sentido para los niños, adolescentes y
jóvenes? Y, partir de aquí, ¿cómo orientar desde el ejercicio profesional tanto
a los estudiantes como a las familias ante las diferentes circunstancias
socio-culturales actuales?
REFERENCIAS
Martínez, M. &
Rodríguez-González, M. (2015). La teoría
familiar sistémica de Bowen: avances y aplicación terapéutica, Madrid,
McGRaw Hill.
Builes
M. & Bedoya M. (2008). La familia
contemporánea: relatos de resiliencia y salud mental. Revista Colombiana de Psiquiatría, (37), 344-354. Recuperado el 2
de noviembre de 2018 [http://www.redalyc.org/pdf/806/80611205005.pdf]
González Rey, F. (2013). La subjetividad en una perspectiva
cultura histórica: avanzando sobre un legado inconcluso. CS (11), 19–42. Recuperado el 1 de noviembre de 2018 [http://www.scielo.org.co/pdf/recs/n11/n11a02.pdf].
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